Historias de Vida : Cómo triunfar en los negocios

Sheryl Sandberg, Mark Zuckerberg y Paul McCartney cuentan sus experiencias personales de cómo triunfar en los negocios sin dejar de lado lo que uno cree.




 

En la edición especial 100 aniversario, Forbes convocó a las 100 mentes brillantes de los negocios. Conocé las historias personales de Sheryl Sandberg, Mark Zuckerberg y Paul McCartney y cuál es para ellos la palabra que más lo representan.



 



Empatía, por Sheryl Sandberg



Pionera tecnológica campeona del liderazgo femenino: Coo, Facebook.



El primer día que manejé al trabajo luego de mi licencia de maternidad, lloré todo el camino. Quería trabajar, pero era duro dejar a mi hijo en casa. Para poder verlo, empecé a encontrar formas de llegar más tarde e irme más temprano.



Años más tarde, en una entrevista mencioné que me iba a las 17.30. La respuesta fue increíblemente positiva. Ahí fue cuando me di cuenta de que somos mejores empleados cuando, en vez de tratar de ser dos personas, vamos al trabajo de cuerpo entero.



Lo cual no quiere decir trabajar todo el día. Quiere decir compartir con los demás lo que te pasa para que puedan empatizar y ayudarte.



Cuando perdí a mi marido Dave hace dos años, aprendí esta lección de manera aún más profunda. Dave era un compañero en casa y en el trabajo y me enseñó el valor de la tutela entre pares.



Cuando estaba hablando con Mark sobre sumarme a Facebook, Dave me dijo que no tenía que elaborar el contenido por adelantado sino ponerme de acuerdo sobre el proceso. Su argumento era que el contenido cambiaría, mientras que lo más importante era tener en claro nuestra relación de trabajo.



Acordamos sentarnos juntos y compartir nuestras impresiones cara a cara cada semana. Nueve años más tarde, suelo sonreír al recordar cómo el consejo de Dave preparó nuestro camino al éxito.



Ir de cuerpo entero al trabajo quería decir no disimular mi tristeza.



La manera en que mis colegas me apoyaron me hizo darme cuenta de que hacía falta mejores políticas para licencias por duelo y enfermedad. Cuidar de las personas cuando más lo necesitan no es solo algo correcto, es algo inteligente.



 



Motivación, por Mark Zuckerberg



Conector global: cofundador de Facebook.



Mi deseo nunca fue crear una compañía. Me impulsaba el propósito de conectar a la gente. Un par de años después de lanzar Facebook, algunas grandes firmas querían comprarlo. Todos los demás querían vender. Yo no. Quería conectar a más gente.



Eso destruyó nuestra compañía, haciendo que las relaciones se crisparan hasta que, en más o menos un año, cada una de las personas del equipo de dirección se fue.



Fue el momento más difícil como director de Facebook. Creía en lo que estábamos haciendo, pero me sentía solo. Y, peor aún, era mi culpa.



Lo que sucedió me enseñó que no alcanza con tener un objetivo propio. Es necesario crear una razón de ser en los demás: que genere motivación y un sentido, que va más allá de simplemente sobrevivir o hacer dinero.



Aquí las personas crean productos porque quieren hacer algo significativo y desempeñar un rol importante en la forma de usar Facebook. Tiene que ser exitosa para que sigamos adelante, pero la motivación real es crear un cambio social positivo en el mundo.



Creo que esto es así en la mayoría de las buenas compañías. Crear algo como Facebook y dirigir una comunidad como la nuestra requiere algo de inspiración. La mayor parte de nuestro equipo de liderazgo está conectado de esa manera.



La brújula que orienta nuestra empresa es ofrecer un servicio que esté disponible para la mayor cantidad de gente posible, de modo de poder darle una voz a cada habitante del planeta. Las personas suelen pedirme consejos sobre cómo crear una compañía, y siempre les digo que su objetivo nunca debería ser crear una compañía.



Tienen que enfocarse en el cambio que desean lograr, encontrar a gente que comparta su mismo propósito y, eventualmente, quizá tengan la oportunidad de crear algo que ayude a construir un propósito para los demás.



 



Propiedad, por Paul McCartney



La voz de una generación: Beatle, artista, compositor de canciones, dueño de derechos de autor.



A mediados de la década de 1980, me veía con Michael Jackson y me pidió un consejo. Le dije tres cosas: “Tenés que conseguir un muy buen representante. Estás en tu mejor momento y vas a ganar mucha plata. Necesitás alguien que te ayude a manejarla. También, tenés que pensar en hacer videos”. Poco tiempo después, hizo el de “Thriller”, y me alegró que hubiera seguido mi consejo.



Luego agregué: “Por último, tenés que cuidar tus canciones –ser dueño de tu trabajo–, y meterte en el tema de los derechos de autor”. Él me dijo: “¡Voy a empezar por las tuyas!”.



En algún punto, me causó gracia; no pensé que estuviera hablando en serio. Pero era así.



Todo se remonta al comienzo de los Beatles, cuando firmamos el contrato. No le dimos ninguna importancia. Solo queríamos que nos publicaran. Resultó ser un contrato esclavo; sin importar el éxito que significáramos para la compañía, no recaudábamos nada.



Después de que John murió, hablé con Sir Lew Grade, dueño de Northern Songs, firma que tenía los derechos. Le dije: “Lew, si alguna vez decides vender, quiero ser el primero en enterarme”. Me respondió: “Nunca voy a vender”. Le repetí: “Me parece bien; pero si las vendés, quiero ser el primero al que se la ofrezcas”.



Más tarde, vino a verme: “Voy a vender: quiero US$ 20 millones”. “Está bien. Creo que el precio es justo”, le respondí.



Pero no quería comprar la parte de John, así que fui a ver a su familia. Les dije: “Por fin tenemos la oportunidad de comprar Northern Songs. Son US$ 20 millones. Eso significa que yo pongo US$ 10 millones y ustedes los otros 10. ¿Qué opinan?”. “De ninguna manera –fue la respuesta–. Podemos conseguirla por US$ 4 millones”.



Finalmente, todo quedó en la nada y más tarde Michael terminó comprándosela a este australiano, Robert Holmes à Court, por US$ 47,5 millones. Yo no estaba dispuesto a pagar tanto por mis propias canciones. Cuando uno las escribió gratis, es difícil pagar US$ 50 millones para recuperarlas.



Es muy importante estar rodeado de buena gente. Mis abogados, John y Lee Eastman, son muy inteligentes, muy buenos tipos, y los escucho.



En los últimos años, me ayudaron a recuperar mis derechos de autor. Si estoy en los tejemanejes, la vida se vuelve muy difícil. Tengo que reservar una parte de mi cerebro para escribir canciones.



30 de Noviembre de 2017 - Forbes Argentina



 


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